Cualaquier día de la semana, una mamá o un papá podemos decir:
—Hija, la hora de dormir es entre 7 y 7:30 p.m, para que tu cuerpo descanse y mañana estés lista para jugar con tus amigos del jardín.
—Pero yo quiero ver un potitito de Tele, Mami.
—Los fines de semana puedes ver un poquito y luego salimos al parque a comer helado, ok?
—Ok…
En un mundo ideal, la conversación que acabo de recrear acabaría en 30 segundos, con una sonrisa y un beso de amor entre madre e hija.
La realidad es que muchas veces es bastante más complicado definir los límites con nuestros hijos y mas retador aún comunicárselos con claridad, explicándoles las razones y beneficios de acatarlos.
Es una tarde soleada bogotana. Hay ánimo de salir de casa a tardear y correr en uno de los muchos parques que tiene la ciudad.
Planeamos la salida en bicicleta, empacamos merienda, agua y gafas de sol para pasar una tarde de diversión. En el camino, jugamos a encontrar carros de cierto color, como hizo mi papá conmigo. Ella siempre gana.
Pasan las horas, y así pasa el tiempo de juego. El sol poco a poco empieza a ocultarse en el horizonte y la brisa helada de la montaña capitalina empieza a indicar a los adultos, que es hora de partir.
—Hija, el sol ya se está yendo a dormir. Yo creo que también tenemos que irnos para la casa.
—Nooooo, todavía me falta montarme en el resbalaor, papi!
—Te has montando muchísimas veces, mañana volvemos otro ratico.
—grrrrr—
— Si no haces caso, no podemos volver al parque!.
— Pero yo quiero otro potitito!!!
—…
Que difícil es decir NOS VAMOS en una situación tan divertida como la que acabo de describir. Yo nunca me quise ir de una fiesta donde la estuviera pasando bueno, aunque estuviera amanecido y muy cansado. ¿Cómo transmitir esa necesidad entonces a nuestros hijos?
En general, negocio esta pequeña renuncia para ellos a cambio de ofrecerle una nueva experiencia en casa, probablemente no tan divertida, pero igualmente atractiva que le hace cambiar la rabieta por un pequeña sonrisa.
No siempre lo logro y hay llanto y rabia. Perseveramos.
Quisiera pensar que estamos ayudándola a identificar, expresar y regular sus emociones, mientras en paralelo le enseñamos habilidades de negociación y búsqueda de soluciones satisfactorias para todos.
Lo último ya lo aprendió a las mil maravillas. Ahora, ella es la que organiza todos los planes y porsupuesto a su conveniencia.
Es la hora de la cena, después de compartir con niños de todas las edades en un parque cerca a la casa. Esta muerta del hambre, porque además de la actividad física, también tiene antojos de todo lo que vió en la calle.
—Quiero comerme un helado, como el que tenía Joaco, mami.
— Hija, ya es la hora de la cena y un helado te hace daño para el estómago. Ve y te lavas las manos para que te sientes a comer.
—Nooooo, yo no quiero cena, quiero un helado, papi!
—Hija, la mamá ya te dijo que no es hora de comer helado y además te tienes que lavar las manos y la boca. Mañana cuando sea de tarde, podemos probar un heladito, pero ahora es momento de cenar algo liviano para que pueda dormir bien.
—grrrrr—
— Sabemos que es divertido comer helado, pero mira qe ricas están estas papitas a la francesa de manzana! ¿No te gustan?
— Si!!!!!!!! ¿pero mañana me compras el healdo?
—Ok, esta bien, mañana te lo compro…
Promover hábitos saludables, cuando uno mismo es el antojado de las múltiples delicias con las que nos topamos, es la muestra de amor más grande que podemos tener como padres. Al menos en nuestra casa.
No siempre lo logramos hacer y sucumbimos ante el antojo. Somos tragaldabas y mecateros. Lo que hemos logrado es reducir la cantidad de veces en las que cedemos ante nuetros deseos de chucherías o procuramos hacerlo sin que ella nos vea.
Papi, ¡nos juimos pa´l estadio!
El domingo 4 de Junio de 2023 fuimos al estadio a un partido de fútbol con Elena. Lo que realmente ocurrió es para no creerlo.
Que difícil es decir NO. Es una lucha minuto a minuto en la siento que nos guía un bien superior, que nos invita a no desfallecer. A tratar una vez más.
Yo le llamo a eso amor.